- 2 septiembre, 2022
- Escrito por: Blog
- Categoría: Cambio Paradigma
En el último blog comenté que la felicidad es una decisión. En lo personal decidí tomarla cuando me di cuenta de que nada, sino sólo yo, soy la única responsable de ejercer mi libre albedrío frente a lo que sucede. Recordando que, mi único libre albedrío no es en la forma física, sino en el mental. En el mundo que veo no hay nada que pueda controlar o hacer, porque ya está hecho y está pasando. Lo único que me corresponde es observar la manera en cómo estoy reaccionando o interpretando el mundo que veo, para que desde ahí pueda decidir la experiencia que quiero tener.
Si has leído mis últimos blogs, sabrás que tuve episodios de ansiedad en los últimos días y que antes (durante toda mi vida) quería eliminar esa ansiedad HACIENDO algo afuera de mí. Decidía irme de la persona que creía era el culpable de mi sentir, o lo bloqueaba de mi vida. A pesar de que todos estos años llegaba al mismo desenlace, yo volvía una y otra vez a tomar el mismo remedio.
Incluso esta última vez, nuevamente tentada a irme de esa persona, tuve que tomar fuerza para recordarme que nada afuera de mí, puede hacerme sentir mal. Sino que sólo mis propios pensamientos o creencias lo hacen.
Y decía: ¡me voy! Pero ¿de quién me voy?
Si creo que la persona de enfrente es el problema, volveré a él nuevamente o encontraré a alguien que tenga características para dejarlo o me dejen.
En cambio, si la respuesta es: no puedo irme a ningún lugar sin mí misma. Entonces dejaré de correr y de hacer cosas afuera, para mejor sentarme a entender que sucede conmigo.
Como diría mi amiga Rosa Orozco: ¿a dónde vas que no te lleves?
El problema siempre va conmigo. Mi percepción del otro va conmigo. Mis creencias van conmigo. No puedo despegarme de mí misma.
Así que no me queda de otra más que saber estar conmigo misma.
El último día que tuve ansiedad fue algo curioso. Como bien saben, la meditación es BÁSICA en el proceso de conocerme, ya que me permite ver pensamientos y emociones que estoy constantemente teniendo. Una vez detectado el problema, ¿qué bueno!, ¿qué sería un problema?, ¿qué es un problema?
De entrada, un problema es una oportunidad para crecer, sanar, corregir, ser mejor y ejercer mi derecho divino de ser todo, completa, amor, paz, libertad, abundancia. Por lo tanto, no hay que sacarle la vuelta ni temerle. Si no al contrario, saludarlo, darle la bienvenida y decirle: Hola, ¿qué traes para mí? A ver te escucho.
Esto se logra cuando, después de tanto meditar:
- Me doy cuenta de que ningún pensamiento o emoción puede hacerme nada.
- Que no soy mis pensamientos.
- Que tengo la capacidad de verlo en mi cuerpo como energía sin que ello atente contra mi vida.
En segundo lugar ¿qué sería un problema? Cualquier emoción incomoda, que no se siente padre, que me ahoga, me asfixia, me estorba, me limita o que me hace sentir mal.
Aquí la clave es recordarme que cualquier emoción de este tipo SIEMPRE VIENE DE UNA PERCEPCIÓN ERRÓNEA. Siempre hay muchas formas de ver lo que sucede. Y tan es así, que por eso un mismo suceso afecta de forma diferente a todos.
¿Por qué elegir verlo de tal forma que me afecte mi estado de ánimo?
Es como si la vida repartiera plastilina a las personas y cada uno hace lo que cree desde sus creencias. Los que hacen cosas lindas, la pasan bien; pero si alguien se le ocurrió hacer algo que le lastima o le da miedo, pues, ¿qué necesidad de asustarse o lidiar con el dolor? Por eso, si me cacho en el drama o el dolor, he de hacer algo conmigo misma, no con los demás.
Así que, una vez que puedo observarme sin juicio (meditar) y detectar un problema, lo que sigue es darle la bienvenida, observarlo para tratar de entenderlo sin esfuerzo hasta el punto que no me estrese.
Ya cuando el entendimiento de un problema comienza a estresarme, entonces no es el camino a su solución. Porque no todos los problemas son entendibles, muchos de ellos en verdad, no son entendibles por el conocimiento y conciencia que tengo.
Una vez que le saqué el jugo al problema, por así decirlo, para mi entendimiento, tenga mucho que enseñarme o no, no me lo puedo quedar mucho tiempo porque al final solo es un mensajero que si se queda, seguirá lastimándome. O puede quedarse disfrazándolo de otra cosa, porque si le dejo el disfraz de susto, me seguirá asustando. Así que, ya que entendí lo que tenía que entender, o de plano si no le entendí, lo que sigue es dejarlo ir o cambiarle el disfraz o significado a uno que no me incomode.
Por ejemplo, regresando a mi anécdota del último día que sentí ansiedad, ese día al sentarme a meditar como cada mañana, nuevamente noté la presencia de esa ansiedad. Ya llevaba 5 días conociéndola, viéndola, cuestionándome como podría quitarla, preguntándome el porqué de su presencia. Y por más que la veía y veía, no se iba. Sin embargo, me enseñó muchísimo. Me enseñó a darme cuenta de otras creencias que tenía por debajo y que no estaba siendo consciente de ellas. En general puedo decir que ahora le agradezco mucho, pero lo que más agradezco fue el último aprendizaje:
Me di cuenta, como ya bien lo sabía, que nadie me estaba haciendo nada. Digo nadie porque esa ansiedad ya la había hecho “cosa”. Ya le daba realidad. Le daba vida como si fuera un monstruo manejable que me venía a visitar. Entonces yo lo veía como: “hola ansiedad, ¿aquí sigues aún? Tu eres el culpable de que me sienta así.
Y si está bien primero ubicar el problema, como decía, para tratar de entenderlo y ser consciente que no está afuera, sino en mí. Pero cuando ya vi que está en mí y que no hay nada más que entender, lo que sigue es aplicar LA FÓRMULA MÁGICA. He descubierto en mi experiencia, que es la única manera en la que puedo deshacer el hechizo del mounstro manejable, y no es otra cosa más que el perdón. EL PERDÓN ES LA FÓRMULA MÁGICA.
Siguiendo la anécdota, me encontraba sentada, ya ubicando perfectamente a ese mounstrillo que me acompañó varios días. Que se iba al entenderlo, pero luego regresaba. Siempre enseñándome algo diferente. Y en esta ocasión, me enseñó la mejor lección de todas; y yo creo que por eso ya no volvió. ¿Qué lección fue?
El darme cuenta que debía perdonarme por sostener la creencia de que existe algo que me hace algo. No hay nada que me haga algo. Ni siquiera esa sensación de ansiedad. Simplemente y sencillamente me enfoqué en perdonarme por sostener la ansiedad. Me dije: Ari deja ya de lastimarte a ti misma.
Entonces me repetí: me perdono por sostenerlo. Me perdono por creer que algo me está haciendo algo. No hay nadie, no hay nada, excepto yo misma.
Comprendí pues, que era yo. Y desde el profundo amor que soy y que tengo, me abracé, me amé y me perdoné. Lo solté.
Pero fue con tanto amor y ternura. No saben. Como si fuera una niña inocente que no sabe lo que hace mientras sostiene un mounstro que la asusta, y yo, más consciente le digo: basta ya Ari. Suéltalo. Te lastima. Perdónate por sostenerlo y entrégalo a Dios.
Entonces ya con eso, uff. Sentí mucho amor en mi corazón, porque hice un acto de amor conmigo misma.
¿Y saben qué? Descubrí el origen del enojo que traía. Estaba enojada conmigo por lastimarme.
En fin.
Ahora me siento tranquila y muy feliz. Y lo mejor de todo, es que no me he tenido que ir a ningún lado, sino que aprendí a estar conmigo y amarme. ¿Qué mejor regalo que ese? Detrás de un problema está la semilla de algo maravilloso.
Por último, quiero compartir algo que escuché de Un curso de milagros.
El miedo no es nada el amor lo es todo. Siempre que la luz irrumpe en la obscuridad, la luz desaparece a la obscuridad. En lo que tú crees, es cierto para ti. Concentrarte en el error es otro error. El procedimiento correctivo inicial, consiste en reconocer temporalmente que hay un problema, pero sólo como señal de que tiene que ser corregido de inmediato.
El amor es lo único real y el único remedio.
¡Bonito día!
-Ariadna Salazar León