El laberinto

La vida está ocurriendo segundo a segundo. Como cuando bailas una bachata, que no sabes que sucederá en el siguiente segundo; simplemente vas bailando, tratando de entender cada momento presente.

A veces yo veo la vida como un laberinto que, sin moverme de lugar, la vida me va llevando por los pasillos. Tu no te mueves, pues sólo hay presente. Más bien, la vida se mueve contigo y se va desplegando gracias a la ilusión que genera tu mente de espacio y tiempo, pero realmente no hay a donde ir, a donde voy me llevo, no hay forma en la que que no vaya conmigo misma (como una caminadora estacionaria). Unos caminos me gustan más que otros, unos son parecidos, otros no. Yo lo veo como un laberinto porque a veces doy vueltas en el mismo tramo. Creo que ahora si esta salida es la buena, y cuando lo tomo, regreso al mismo punto. ¡Bueno! Al menos eso parece, pero realmente cada lugar del laberinto es único.

 jSiempre creo que soy yo quien está al mando!, pero la realidad es que no. La vida pasa. La vida sucede y me lleva por los pasillos. Mis pulmones me respiran, mi corazón me pulsa la sangre y los pensamientos llegan de la nada. No tengo control de nada de lo que sucede en el laberinto físico. Mi única aportación es la forma en como veo lo que está ocurriendo. Aún así, normalmente cuando ocurre algo en el laberinto, los pensamientos llegan y yo.. entre que me asusto, juzgo, me escucho o reacciono. Como cuando bailo una bachata, que me hacen un paso y no lo entiendo, ajusto mi paso para continuar disfrutando.

En muchas ocasiones, creo en la mayoría, no soy tan capaz de elegir la visión o entendimiento de lo que sucede. A veces tardo, a veces no quiero entender o de plano me hipnotiza tanto lo que veo en el laberinto, que me atrapa y me pierdo.

Entonces, otra vez yo: aparentemente un cuerpo físico diferente al laberinto que observa como se despliega ante mí y me muestra aparentemente muchos caminos. ¡Cuánta diversidad!, pienso yo. Me emocionan todos. Quiero probar los más prometedores. Pero bueno, elijo el camino que más me llama la atención.

Lo tomo pero no puedo, sólo es una ilusión. Como cuando me casé pensando que sería el sueño feliz que me vendieron en las novelas: todo parecía que si era el camino, pero al siguiente día que amanecí ya casada, me di cuenta que no estaba eso que me habían prometido. O cuando logré el 1er lugar nacional en el primer semestre de pandemia, el triunfo duró tan sólo unos instantes.

Nada puedo poseer porque sólo es una ilusión óptica.

Aún así, ya sabes que luego no entiendo y vuelvo albergar esperanza de poseer ese camino tan atractivo y me vuelvo a lanzar a otro aparentemente nuevo y más prometedor camino. Pero, ¿Qué sucede? Cuando me adentro en ese camino, que no es más que un sueño, me doy cuenta que realmente no hay nada. Parecía que si, pero al querer poseerlo, otra vez no puedo. Por más que quiero y pido. Es imposible. Y así cada forma física es un camino, que al querer poseerlo (persona, cosa o situación) pasa el instante y me quedo de nuevo únicamente conmigo misma. De tantos caminos que he tomado, después de un tiempo termino cansada. Pero no pasa más de uno o dos días cuando otra vez se me ocurre tomar otro camino. ¿Por qué lo haría? Porque al parecer algunos caminos sin salida me gustan y dejarlos implica una rendición a mi sistema de creencias. A lo que creo ser. Pero hasta eso. He encontrado una manera en la que el laberinto me da pistas de como encontrarme.

Hace poco una persona que está a muchos kilómetros de mí, literal de otro país, me dijo: no te lo puedo dar porque no te conozco. ¡Wow! No saben cuánto agradecí sus palabras. Por fin algo del laberinto parece ser diferente. Y me inspira a seguir mi propio camino.

Ya no los que veo en el laberinto. Ya veo nuevos caminos y algo ha cambiado en el laberinto.

Digo.. la vida seguirá explayándose frente a mí. Siempre con aparentemente varios caminos. Pero lo vivido me inspira a dejar de encontrar la salida a través de falsos caminos y en lugar de ello, permitir que la vida me siga llevando y yo.. yo sólo optar por mi único control; que es como elijo ver lo que esta pasando.

Si veo que el laberinto me pone un camino enfrente, recordar que no hay camino que me lleve a un lugar. No hay lugar a donde ir.

En lugar de volver a tomar otro camino, mejor decido quedarme tranquila, en silencio, apreciando mi función. Caminos y caminos se me presentarán. Y yo. Yo prefiero recordar que lo que busco ya está conmigo. Que no hay camino qué elegir en el laberinto físico. Sino más bien, elegir la experiencia que deseo y vivirla sin tomar caminos. Toda la proyección cambiará si yo decido ser aquello que deseo.  Sólo así se generan nuevas puertas o caminos en el laberinto. Porque al final entiendo que yo soy el laberinto.

Y repito: Que no hay camino qué elegir en el laberinto físico. Sino más bien, elegir la experiencia que deseo y vivirla sin tomar caminos. Y que la mejor forma de vivir ésta experiencia es quedándome tranquila, en silencio (sin juicios), apreciando mi función: que es decidir como quiero ver lo que está pasando. Sólo así se abren nuevos caminos: con mi visión. SI no cambio de visión, me perderé de nuevo en los caminos ya creados.

Entonces elijo ponerme en manos de la vida que es sabia. Sabiendo que todo lo que se desplega ante mí es lo mejor. Es decir; cada que me tope con una situación evitar juzgar y en su lugar llamar al silencio. Y desde ese lugar de paz y silencio elegir el amor.

Porque en el laberinto, siempre hay dos opciones a elegir: una vistosa, llamativa, cargada de ilusión y expectativas. Mientras que la segunda es más bien silenciosa y amorosa. Con solo sentir el primer paso, ya te envuelve su luz y amor. No necesitas recorrer grandes distancias en el camino llamativo, cuando puedes encontrar lo que deseas, aquí y ahora.

Todo lo que te invita a recorrer un camino es falsos. En realidad no hay un lugar al que debamos ir. Si toda la experiencia se vive en nuestro interior. Aunque cambies de aire, de caminos. Te sigues experimentando a ti mismo.

O como me dijo mi amiga Rous Orozco ayer: estamos aquì para reordar el AMOR que ya somos. Nada..nada.. de lo que tiene forma es real; sólo es una ilusión. En realidad lo que mi corazón anhela es el amor y paz de Dios. Y que ya tenemos y estamos ahí, pero se nos ha olvidado.

Ariadna Salazar León